jueves, 14 de abril de 2011

Miroslav Tichý, un hasta siempre romántico.

Miroslav Tichý, imprecisión y desconcierto. Desde 1950, atesora las imágenes de sus vecinas con las cámaras que él mismo construía. Podía hacer en un mismo día unas 90 fotografías. Los materiales que usaba incluyen elásticos, tubos de cartón de todo tipo, lentes de anteojos, partes de madera, metal y cartón. El resultado es una prueba funcional de que la imprecisión y los errores pueden ser tan atractivos como la más impresionante nitidez. 

Según Tichý, solo esas cámaras pueden agregar a las fotos las suficientes imperfecciones poéticas para expresar lo que él buscaba. Nacido en 1926, estudió en la Academia de Bellas Artes de Praga y durante un tiempo parecía en camino de convertirse en un pintor de prestigio en el arte moderno, trabajando el estilo de Josef Čapek. Centrado principalmente en la pintura y las habilidades de dibujo, en los años 60 pasó a la fotografía. Rebelde del orden y catalogado como excéntrico —¿quién no lo es?— se sumergió en su mundo de luz.

Tocar con las manos el cielo es lo que hacía Miroslav Tichý, porque dentro de su caos y su error estaba escondida su virtud. La belleza no es formal. Para mí, este autor desata la belleza que todos queremos controlar y decididamente, él la hace libre.


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1 comentario:

  1. Gracias por enseñarme la obra de Tichý, he dado un paseo por sus fotos... Me gusta mucho esa especie de imperfección, ese atrapar el tiempo de una forma tan personal, tan sucia y desordenada (como el propio mundo, como el propio tiempo). Ese mirar, espiar, coleccionar, descolocar... En fin, perdona mi ignorancia. De nuevo gracias por tus comentarios elogiosos y, sin duda, desmedidos e inmerecidos. Saludos desde el futón.

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